La enormidad del mundo es avasalladora que no nos alcanzaría una vida para conocer su secreto y disfrutar de su belleza. Mientras muchos prefieren la comodidad de su hogar para presenciar las bellezas del mundo detras de una caja llena de circuitos, otros prefieren largarse a la aventura. Ningún sitio es perfecto, nigun sitio es simplemente lujos, cielos celestes y aguas cristalinas. Muchos de esos rincones del mundo, esperan con ansias algún aventurero.
Debemos volver a dar espacio en el alma de los pueblos, a una utopía que pueda albergar valores como el amor por la criatura humana, la justicia, el sentido del honor y de la vergüenza, la honestidad, el respeto por los demás, la búsqueda del sentido sagrado de la vida. Nuestra sociedad se ha visto hasta tal punto golpeada por el materialismo su espíritu ha sido corroído de tal manera por la injusticia y la frivolidad, que se vuelve casi imposible la transmisión de valores a las nuevas generaciones. ¿Cómo vamos a poder transmitir los grandes valores a nuestros hijos, si en el grosero cambalache en que vivimos, ya no se distingue si alguien es reconocido por héroe o por criminal? Y no piensen que exagero.
(Ernesto Sabato, "El consumo no es un sustituto del paraíso")
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La enormidad del mundo es avasalladora que no nos alcanzaría una vida para conocer su secreto y disfrutar de su belleza. Mientras muchos prefieren la comodidad de su hogar para presenciar las bellezas del mundo detras de una caja llena de circuitos, otros prefieren largarse a la aventura. Ningún sitio es perfecto, nigun sitio es simplemente lujos, cielos celestes y aguas cristalinas. Muchos de esos rincones del mundo, esperan con ansias algún aventurero.
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