Cuando te hablen de amor y de ilusiones y te ofrezcan un sol y un cielo entero; si te acuerdas de mí no me menciones porque vas a sentir amor del bueno.
Y si quieren saber de tu pasado es preciso decir una mentira, dí que vienes de allá de un mundo raro, que no sabes llorar, que no entiendes de amor y que nunca has amado.
Porque yo a donde voy, hablaré de tu amor como un sueño dorado y olvidando el rencor no diré que tu amor me volvio desgraciada.
Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira, les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado.
Debemos volver a dar espacio en el alma de los pueblos, a una utopía que pueda albergar valores como el amor por la criatura humana, la justicia, el sentido del honor y de la vergüenza, la honestidad, el respeto por los demás, la búsqueda del sentido sagrado de la vida. Nuestra sociedad se ha visto hasta tal punto golpeada por el materialismo su espíritu ha sido corroído de tal manera por la injusticia y la frivolidad, que se vuelve casi imposible la transmisión de valores a las nuevas generaciones. ¿Cómo vamos a poder transmitir los grandes valores a nuestros hijos, si en el grosero cambalache en que vivimos, ya no se distingue si alguien es reconocido por héroe o por criminal? Y no piensen que exagero.
(Ernesto Sabato, "El consumo no es un sustituto del paraíso")
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