Caminos arrebujados, riachuelos serpenteantes, gente que ha huido o evita el caótico ritmo de vida de la ciudad, laberínticos y auto deficientes sistemas de vida destinados a un fracaso controlado, arremolinamientos de enjambres de nubes en un cielo diáfano como azul y puro, soles despreocupados de las horas que pisan, lunas que indican momentos propicios, espectros danzantes de una vegetación exuberante y mística, el hambre del dueño que se delatada en lo huesudo de su perro que lo sigue en una persecución eterna, veneros de cerros que gritan que están vivos...
La primera imagen tiene el tiempo suficiente para que el bonete que se ve ya no exista y tampoco la pareja de ancianos que antes vivian (Melia y Juan).
Debemos volver a dar espacio en el alma de los pueblos, a una utopía que pueda albergar valores como el amor por la criatura humana, la justicia, el sentido del honor y de la vergüenza, la honestidad, el respeto por los demás, la búsqueda del sentido sagrado de la vida. Nuestra sociedad se ha visto hasta tal punto golpeada por el materialismo su espíritu ha sido corroído de tal manera por la injusticia y la frivolidad, que se vuelve casi imposible la transmisión de valores a las nuevas generaciones. ¿Cómo vamos a poder transmitir los grandes valores a nuestros hijos, si en el grosero cambalache en que vivimos, ya no se distingue si alguien es reconocido por héroe o por criminal? Y no piensen que exagero.
(Ernesto Sabato, "El consumo no es un sustituto del paraíso")
1 comentario:
La primera imagen tiene el tiempo suficiente para que el bonete que se ve ya no exista y tampoco la pareja de ancianos que antes vivian (Melia y Juan).
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